domingo, 14 de mayo de 2017

2. El camino hacia el cine

ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS

A lo largo de los años Martin Scorsese ha trazado un camino en el que cada una de sus películas, ficción o documental, proyecto personal u obra de encargo, es ante todo un film de Martin Scorsese.
Esta coherencia e independencia manan de su energía inagotable y de su habilidad política. Cualidades que también le han permitido servir a su arte más allá de su labor como director de cine ya que también es un fanático archivista-coleccionista de películas. (…) Martin Scorsese se ha convertido en uno de los guardianes de la historia que él mismo ha contribuido a escribir.

Scorsese pasó su infancia y adolescencia en un gueto, el de Little Italy en Nueva York, lo que hace de él casi un inmigrante. De esa condición surge, a la vez, su sentimiento de ser un extranjero en su país y un apego violento y doloroso a este. 
De él extraerá el descubrimiento casi fascinado de la gran sociedad neoyorquina en La edad de la inocencia (The Age of Innocence, 1993), así como la descripción angustiada de la corrupción contemporánea en Infiltrados (The Departed, 2006). Para tener una idea del mundo en el que Martin Scorsese se crio, hay que ver Malas calles (Mean Streets, 1973), que muestra el gueto italiano antes de su transformación en un barrio de moda.

Los padres de Scorsese ya nacieron en Nueva York al poco tiempo de que sus respectivas familias llegaran de Sicilia en 1910. Los inmigrantes ocuparon los edificios de Little Italy según sus orígenes geográficos. Elizabeth Street, donde se asientan, es una calle siciliana. (…) el padre, Charles Scorsese trabaja en la confección, su madre Catherine es costurera a domicilio, cocinera y matrona. 
El pequeño Martin es víctima de frecuentes ataques de asma por lo que permanece en casa y contempla la vida de las calles a través de la ventana de su habitación, en el tercer piso.
Scorsese deberá esperar al fin de sus estudios secundarios para descubrir el mundo más allá de los confines de Little Italy. Mientras tanto, se fija ese microcosmos al que la enfermedad le impide pertenecer del todo, a la vez que le forja el rasero de su única salida exterior, el cine. Su vinculación al cine se convierte en el eje de su biografía.

Martin creció en una familia en la que los libros no estaban presentes. Como contrapartida, a los cuatro años vio Duelo al sol (Duel in the Sun, 1946) de King Vidor, un western melodramático y erótico del que guardará un recuerdo asombrado y violento.



A medida que su asma se agrava, su padre le lleva cada vez más a menudo al cine. Poseedor de una memoria prodigiosa, Martin Scorsese empieza a almacenar los rudimentos de lo que llegará a ser una de las erudiciones cinéfilas más impresionantes del siglo. 
Para completar dicha educación, la televisión hace su entrada en casa de los Scorsese. Y permite que el niño descubra otro cine además del de las salas de Manhattan: películas neorrealistas italianas, producciones británicas como Narciso negro, (Black Narcissus, 1947) de Michael Powell y Emeric Pressburger o, de los mismos autores,  Las zapatillas rojas (The Red Shoes, 1948). En definitiva, películas que por su fantasía narrativa y sus colores barrocos, se alejaban de la norma hollywoodiense.

Cuando cumple once años Martin Scorsese acude a misa y a puertas de la adolescencia desea tomar los hábitos. Pero cuando va a cumplir catorce años irrumpe en las pantallas de los televisores Elvis Presley. El cineasta ha dicho que fue el rock and roll lo que disuadió su vocación sacerdotal.
En unas declaraciones recogidas en Cahiers du cinéma dice: ‘Sólo estudié algunos meses… Fue entonces cuando estalló la revolución del rock and roll. La música, aquella música, fue muy importante para mí… Fui expulsado. Para ellos yo era un golfo, semilla de gánster’.

Siempre presente en toda su filmografía, la religión será una constante referencia iconográfica que resultará determinante para comprender determinados comportamientos de algunos personajes. Seducido por la parafernalia visual de los oficios y celebraciones de la iglesia católica, todo su cine se encuentra impregnado de cierto fervor popular, acompañado por el apego a cualquier tipo de fiesta o reunión familiar, de esta manera nos ofrece  una colorida versión de su herencia latina, de unas personalidades a menudo contradictorias, marcadas por el carácter biográfico de gran parte de su obra que podemos ver en la trilogía compuesta por Malas calles, Toro salvaje y Uno de los nuestros. 
Como él mismo dice: Cuando uno se ha criado en Little Italy, ¿qué se puede ser sino gánster o sacerdote?
De cualquier modo, en 1956, Martin Scorsese anda por las calles de su barrio en compañía de jóvenes que acabarán mal.

Termina sus estudios secundarios con notas muy justas y a principios de los sesenta ingresa en el Washington Square College de la Universidad de Nueva York.
En la Universidad, Scorsese se da cuenta de que no todas las chicas son morenas y de que se puede hablar de cine durante horas. Los cursos de cine los imparte un profesor de origen armenio Haig Manoogian quien descubre a sus estudiantes los grandes directores del cine mudo, el experimental y a los autores europeos.
También es en la Universidad donde conoce a gente como Brian de Palma quien dirige sus primeros largometrajes a un joven actor llamado Robert De Niro, a Jonas Mekas, cineasta de vanguardia,  o a John Cassavetes que acaba de iniciar su carrera de director independiente, demostrando que se podía rodar en las calles de Nueva York y dar vida a personajes salidos de la realidad.

A partir de 1963 Scorsese rueda sus primeros cortometrajes. En esas primeras películas ya apunta un talento de director de actores, una maestría del ritmo  una búsqueda de la verdad de los personajes que se harán constantes en su obra. 
Scorsese se licencia en Lengua Inglesa y poco después logra rodar Bringon the Dancing Girls en 35 mm, la crítica del New York Times señala, en términos elogiosos la “vitalidad brutal” y la “imaginación fértil” del joven cineasta.
Martin Scorsese se casa en la catedral de San Patricio y en 1965 nace su hija Catherine. Por entonces no era nada optimista respecto a sus proyectos. Su modelo era Orson Welles que había dirigido su primer largometraje antes de cumplir los treinta años y Bernardo Bertolucci que tiene su misma edad.

Haig Manoogian convence a Scorsese para que retome Bringon the Dancing Girls y filme nuevas escenas. Convence a un joven actor llamado Harvey Keitel que encarna al joven que deambula por las calles de Little Italy con sus amigos. La película se llamará ¿Quién llama a mi puerta? (Who’s that Knoking at my Door?, 1967) y es la ópera prima del realizador neoyorkino.

                                                     Who’s that Knoking at my Door? (1967)

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