domingo, 7 de mayo de 2017

7. Madurez y final de su carrera

Su vuelta al cine se produce con Mujeres en Venecia (The Honey Pot, 1967)  rodada en Italia para United Artist inspirándose en Volpone, la obra teatral de Ben Jonson. Mankiewicz escribe un guion vanguardista con piruetas estructurales y metanarrativas como el hecho de que el director aparezca en pantalla para corregir a los actores, pero a los productores no les gustó y le obligaron a rodar una película menos compleja y arriesgada.

                      
En 1970 dirige un western, el insólito y divertido El día de los tramposos (There Was a Crooked Man) La acción se sitúa en 1883 en una prisión federal de Arizona en la que un preso, Paris Pitman (interpretado por Kirk Douglas) dice que tiene un botín de medio millón de dólares enterrado en el desierto y trata de convencer a varios compañeros para que le ayuden a escapar a la vez que se trata de ganar la confianza del alcaide Lopeman (Henry Fonda).

                                     El día de los tramposos (1970), (Atraco)


Posteriormente realiza junto a Sidney Lumet el documental King: A Filmed Record… Montgomery to Memphis (1970) sobre la figura de Martin Luther King que abarca desde el año 1955 hasta su asesinato en 1968.

En 1972 dirige su última película La huella (Sleuth, 1972) que se convierte en un éxito de crítica y público. Basada en un guion de Anthony Shaffer según su obra teatral, supone un divertimento absoluto para un espectador inteligente que quiere jugar y que jueguen con él. Andrew Wyke, prestigioso escritor de novelas de intriga, invita a Milo Tindle, amante de su esposa y dueño de salones de belleza, a su casa para proponerle un plan del que ambos saldrán beneficiados. La obsesión del escritor por los juegos de ingenio hará que esa velada no tenga desperdicio.

                                                     La huella (Sleuth, 1972)

Pese al éxito de este film Mankiewicz no vuelve a dirigir, está desencantado con el cine que está surgiendo y hace declaraciones como estas:
La muerte de Hollywood se encuentra en los efectos especiales y en gente como Mel Brooks. Si Mel Brooks hubiese surgido en mi época no hubiese servido ni para ayudante de camarero.
He estado en el comienzo, en el auge, en la cima, en el hundimiento y en el fin de las películas habladas.
Ciertos cineastas jóvenes han realizado cinco o seis películas sin haber dirigido a un solo ser humano. (…) creo que muy a menudo los cineastas contemporáneos se sienten aterrorizados frente a los actores y a un conflicto humano.


Es evidente que el cine, tal y como él lo había conocido, sí que tocaba a su fin. Su retirada es uno de los indicadores del final de una manera de entender el cine, el final de la época dorada de Hollywood.

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