El guionista de Taxi Driver es Paul Schrader, nacido en 1946 y educado bajo la
rigidez de la iglesia calvinista, no había visitado un cine hasta los 17 años.
Terminados sus estudios teológicos se inscribe en un curso de cine y de ahí
pasa a la Universidad de Los Ángeles donde se especializa en guion
cinematográfico.
La redacción de Taxi Driver es una especie de
exorcismo al que se entrega después de sufrir varias crisis personales y de abandonar el hospital donde había sido
tratado de una úlcera.
En
una entrevista en Film Comment dice:
Cuando salí a la calle me di cuenta de que tenía que cambiar de vida, porque sino moriría. Decidí marcharme a Los Ángeles. Fue entonces cuando caí en la cuenta de la metáfora de Taxi Driver, el hombre que por dinero se cambia por cualquier otro; el hombre que se mueve por la ciudad como una rata de alcantarilla; el hombre que está constantemente rodeado de gente, y sin embargo, no tiene amigos. El símbolo absoluto de la soledad urbana. Eso era lo que había estado viviendo, ése era mi símbolo, mi metáfora. La película trata de un coche como símbolo de la sociedad urbana, un ataúd de metal.
Cuando salí a la calle me di cuenta de que tenía que cambiar de vida, porque sino moriría. Decidí marcharme a Los Ángeles. Fue entonces cuando caí en la cuenta de la metáfora de Taxi Driver, el hombre que por dinero se cambia por cualquier otro; el hombre que se mueve por la ciudad como una rata de alcantarilla; el hombre que está constantemente rodeado de gente, y sin embargo, no tiene amigos. El símbolo absoluto de la soledad urbana. Eso era lo que había estado viviendo, ése era mi símbolo, mi metáfora. La película trata de un coche como símbolo de la sociedad urbana, un ataúd de metal.
(Entrevista de Richard Thompson en Film Comment).
Basado en un personaje real, Arthur H. Bremer, que había intentado asesinar al gobernador Wallace y que se convirtió en modelo de aspirantes a asesinos –como John Hinckley que le disparó al presidente Reagan– y utilizando una serie de atípicas fuentes para un
autor americano que van desde La náusea de Sartre a El
extranjero de Camus, se va perfilando el retrato de Travis Bickler, un
solitario que se pasa el día y la noche rodeado de gente. Fiel exponente del
hombre sin identidad nacido en la moderna urbe: veintiséis años, exmarine veterano de Vietnam, sus
conocimientos se limitan a un carnet de conducir, sufre insomnio, toma anfetaminas
y bebe sin desmayo. Vive en un destartalado apartamento donde su única relación
con el exterior son las imágenes de un televisor en blanco y negro. Alrededor
de Travis transitan el pecado, la culpa y la redención.
Teniendo en cuenta que Taxi Driver es una
película estructurada alrededor del diario de Travis donde la monocorde voz del
protagonista nos introduce en un proceso de esquizofrenia próximo a la
paranoia, había necesidad de personalizar esa obsesiva subjetividad con un
estilo visual propio, difícil por la excesiva interiorización de la historia
coherente con el punto de vista de un calvinista como Schrader quien otorga una
óptica moralista a todas las acciones de sus personajes.
Lo que yo creo que sucedió es que escribí un
guion esencialmente protestante, frío y aislado y Martin dirigió una película
muy católica. (Schrader)
Taxi Driver (Tráiler)
Palma de oro en Cannes en 1976 y primer gran
éxito de Scorsese, Taxi Driver es una película distinta de Malas calles en lo
fundamental. Aquí la comunidad ha desaparecido, la ciudad ya no es un medio
natural sino una proyección de los fantasmas y los miedos de un solo hombre,
Travis Bickle, quien vive en el interior de un espíritu en ruinas.
Si uno hace una película en Nueva York obtiene
de esta ciudad más de lo que le pide. Esto lo aprendí cuando rodé Taxi
Driver. Un verano increíblemente caluroso (la temperatura sobrepasaba
los treinta y cinco grados) y húmedo se abatía sobre la ciudad (…) Además había
una huelga de basureros. (…) Pero más allá de los problemas, del ruido y de las
condiciones de trabajo imposibles, en Nueva York hay algo, una sensación que
impregna el tema que tratas (sea el que fuere) y que acaba afectando al
comportamiento de tus personajes. Esta sensación –una especie de murmullo– es
indefinible, aunque todos los que viven en esa ciudad saben de qué estoy
hablando. (…) Nueva York puede ser calificada con tantos adjetivos ―grosera,
mágica, espantosa, dinamizadora, agotadora, prosaica― que cada vez que alguien
ha de evocarla en una película, aunque sea accidentalmente, la ciudad acaba por
imponerse.
Martin Scorsese, Cahiers du Cinéma nº 500.
Toda la primera parte de la película es una
especie de pesadilla urbana sobre Nueva York vista a través del taxi de Travis.
No se trata de imágenes de documental, realista o descriptiva sino las imágenes
borrosas de una ciudad apocalíptica.
Empeñado en purificar a la ciudad de sus
abominaciones, Travis se siente investido por una misión divina, al igual que
Ethan Edwards, el vengador interpretado por John Wayne en Centauros del desierto.
Aislado del mundo exterior, Travis solo lo
percibe a través de una sucesión de alucinaciones pobladas de personajes
repugnantes: el marido mirón y homicida que encarna el mismo Scorsese, el macarra interpretado por Harvey Keitel que pone a trabajar a una
adolescente interpretada por Jodie
Foster.
Taxi Driver (Escena de la tienda)
La precisión y fuerza de esas visiones son
deudoras del desglose plano a plano que Scorsese dibuja antes del rodaje.
La fotografía de Michael Chapman hace vibrar las luces de la ciudad, capta los vapores
tóxicos y alimenta el crescendo de la violencia hasta un final apocalíptico.
Taxi Driver supone
un impacto terrible para los espectadores.
Contra todo pronóstico, y sin duda debido a que
es la expresión exacta del estado de ánimo depresivo e hiperactivo del momento
(la derrota americana en Vietnam, los inicios de la reacción reaganiana),Taxi
Driver arrastra al gran público a las salas.
En 1976 obtiene la Palma de Oro en Cannes lo que asegura la reputación de Scorsese.
En 1976 obtiene la Palma de Oro en Cannes lo que asegura la reputación de Scorsese.
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